Cuando un hogar es solo un sueño: València ante la amenaza del chabolismo

Cuando un hogar es solo un sueño: València ante la amenaza del chabolismo

El hogar no es simplemente cuatro paredes y un techo; es dignidad, seguridad y el cimiento sobre el cual se construyen las vidas. Sin embargo, en València, ese hogar se está convirtiendo en un sueño cada vez más inalcanzable. La Cátedra Observatorio de la Vivienda de la Universitat Politècnica de València acaba de lanzar un grito de alerta: el chabolismo en la ciudad podría crecer dramáticamente, impulsado por la explosión demográfica y una aguda falta de viviendas asequibles.

Imagínate despertar cada día sin saber si podrás mantener el techo sobre tu cabeza al siguiente mes, viendo cómo la ciudad que amas se vuelve hostil, reservada solo para quienes pueden afrontar precios cada vez más desorbitados. En barrios históricos como Ciutat Vella o l'Eixample, los precios han sobrepasado ya los 5.000 euros por metro cuadrado, una cifra que no solo asusta, sino que excluye.

La realidad es cruda: apenas quedan viviendas disponibles y las que hay están fuera del alcance de las familias trabajadoras y los jóvenes. Muchos hogares se ven obligados a abandonar la ciudad que los vio nacer, empujados hacia la periferia donde, irónicamente, los precios también empiezan a ser prohibitivos. Los alquileres, rozando ya los 1.600 euros al mes, condenan a muchas familias a la incertidumbre constante.

Lo más desgarrador es ver cómo emergen lentamente asentamientos informales, pequeños poblados improvisados donde la vida digna es tan solo un anhelo lejano. Estos núcleos vulnerables son el reflejo de una sociedad que, aunque crece en riqueza, falla en proteger a sus ciudadanos más frágiles.

Desde la Cátedra se reclama una actuación urgente: construir viviendas protegidas en suelo público, incentivar fiscalmente la puesta en alquiler de pisos vacíos y asegurar garantías a propietarios para evitar miedos y especulaciones. Pero, sobre todo, se necesita empatía social, el reconocimiento de que el derecho a un hogar no es negociable.

No permitamos que València se convierta en una ciudad donde solo unos pocos pueden tener la tranquilidad que otorga un hogar propio. Es momento de reaccionar antes de que las lágrimas por la desigualdad sean irreversibles. Es el momento de recordar que detrás de cada número frío hay personas, familias y niños con sueños que merecen una oportunidad real y justa.

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